El atleta español Héctor Vilellas Soro ha muerto a los 27 años mientras participaba en la prueba Behobia-San Sebastián. El joven se desvaneció a tres kilómetros de la meta, y acabó muriendo en el Hospital de Donosti. Con su muerte ya son cinco los atletas fallecidos en la historia de esta competición.
Héctor Vilellas era uno de los atletas que el pasado domingo participó en la popular prueba Behobia-San Sebastián, en el País Vasco. El fallecido tenía 27 años y era natural de la localidad aragonesa de Tauste. Fue el centro médico el que se encargó de comunicar a la familia el fallecimiento del corredor, tal y como marcan los protocolos actuales.
Esta era la segunda vez que el corredor aragonés participaba en la prueba. Héctor trabajaba como profesor en Pamplona y compaginaba la docencia con su afición por el atletismo. La noticia ha caído como un jarro de agua fría entre sus allegados, y en su localidad de apenas 7.000 habitantes.
A tres kilómetros del final
Según fuentes reveladas en El Períodico de Aragón, el corredor se encontró indispuesto en la zona de Ategorrieta, a tres kilómetros del final. Acababa de superar el kilómetro 15, una hora y catorce minutos después de empezar la prueba. Efectivos de la Cruz Roja realizaron los primeros auxilios después de que el joven desvaneciera.
Héctor se estrenó en esta prueba en la edición de 2018, cuando completó el circuito en una hora y cincuenta minutos. Esta era la segunda vez que recorría los 20 kilómetros de la competición, pero una parada cardíaca le impidió llegar hasta el final. Los servicios de emergencia le trasladaron con vida al Hospital Donostia de San Sebastián.
Allí ha permanecido ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), pero finalmente ha fallecido. Así lo han confirmado los médicos del centro, y lo han puesto en conocimiento de su familia. Los organizadores de la prueba han lamentado el trágico desenlace y han trasladado las condolencias a familiares y amigos.
Quinto atleta fallecido
La tragedia podría haber sido aún mayor, ya que otro corredor sufrió una parada cardiaca en la misma prueba, el mismo día. En la Behobia-San Sebastián del pasado domingo participaron 20.000 corredores. Otro atleta de 24 años tuvo que ser atendido por las asistencias y trasladado al hospital con un fallo cardiaco.
En 1979 se inauguró lo que se considera la época moderna de esta prueba de atletismo, la Behobia-San Sebastián. Desde entonces han muerto ya cinco corredores, contando con el fallecimiento de Héctor Vilellas. La última tragedia se produjo en 2015, cuando el navarro José Javier Suescun Subero se desplomó después de cruzar la meta.
En 2013, la navarra Arantza Ezquerro sufrió una parada cardiorrespiratoria cuando estaba a un kilómetro de la meta. Y tres años antes, el corredor vizcaíno César Elorduy, había muerto en el mismo lugar que Arantza, cerca del Kursaal. La primera de las muertes fue en 2002, cuando Asier Torrente murió de un ataque cardiaco a pocos metros de la llegada.
Una prueba maldita
De hecho, en 2000 ya hubo que lamentar la muerte de otra persona, Kintxo Urriesti, por un ataque al corazón. En este caso, sin embargo, no se trataba de un atleta sino de un miembro de la organización que realizaba tareas de voluntario en la zona de meta. La muerte de Héctor completa el ciclo trágico de esta prueba maldita.
Héctor Vilellas, aficionado al atletismo, era maestro de inglés y educación física en Primaria, en el CP Monte San Julián de Tudela. Además impartió clases particulares en Pamplona. En las últimas horas estaba en “estado crítico irreversible”, y ha acabado muriendo.
El último fallecido en esta prueba, José Javier Suescun, era natural de la localidad navarra de Berbinzana, y tenía 31 años. Era ingeniero industrial, estaba casado y no tenía hijos. Murió en una edición marcada por las altas temperaturas, donde tuvieron que atender a otros cinco corredores por golpes de calor.
Llamamiento a los atletas
Antes había muerto en la misma prueba la atleta navarra Arantza Ezquerro, de 30 años y natural de Zizur. Murió durante la carrera en la que participaba junto a su novio. Su muerte fue uno de esos casos extraños que nadie supo explicar, ya que era una corredora habitual acostumbrada a este tipo de competiciones.
A raíz de la muerte de Arantza, los organizadores de la competición hicieron hincapié en “la necesidad de que el atleta se cuide, se examine y haga pruebas de esfuerzo”. Aun así, también dejaron claro que “la garantía de que no te vas a morir no te la puede dar nadie”.
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